viernes, 27 de noviembre de 2015

La Campaña de Hidalgo

En Atotonilco, Miguel Hidalgo tomó un estandarte con la virgen de Guadalupe. Los insurgentes entraron sin resistencia en San Miguel el Grande (hoy San Miguel Allende), Celaya y Salamanca. Después llegaron a Guanajuato, una ciudad minera muy rica, y exigieron a Juan Antonio Riaño, quien gobernaba en la Intendencia de Guanajuato, que se rindiera. Pero el intendente se dispuso a defender la ciudad. Se encerró con los españoles ricos en la alhóndiga de Granaditas, un gran almacén de granos.
Los españoles estaban bien armados y el edificio parecía impenetrable, así que la lucha empezó a prolongarse. Hasta que, según se cuenta, un minero llamado Juan José Martínez y apodado el pípila, se echó a la espalda una loza de piedra y así protegido contra las balas llegó a la puerta de la alhóndiga y le prendió fuego. Una colosal estatua del pípila, que sostiene en alto una antorcha, como recuerdo de su hazaña y como símbolo de la libertad, domina hoy en día en la ciudad de Guanajuato.
La tropa tomó el edificio, mató a sus ocupantes y saqueó la ciudad, hecho por Hidalgo y Allende no pudieron evitar. Días después, siguieron a Valladolid, que se rindió sin luchar pues sus habitantes estaban atemorizados por lo que había sucedido en Guanajuato.
Cerca de Valladolid, José María y Morelos fue hablar con Hidalgo, que había sido su maestro. Éste le encargó que levantara en armas el sur de la Nueva España y se apoderara de Acapulco, el puerto más activo en el Pacífico. Dominar un puerto era importante para comunicarse con el exterior.
Hidalgo tomó Zitácuaro y Toluca, y avanzó hacia la ciudad de México. En las cercanías de la capital, en la batalla de las Cruces, logró una victoria total contra el ejército realista (el de los españoles). Tras ese triunfo Allende propuso que fueran sobre la capital, pero Hidalgo se opuso. Tal vez consideró que no tenía hombres y armas suficientes, o temió que la ciudad fuera saqueada como Guanajuato. El caso es que prefirió regresar a Valladolid; desalentados por esa decisión, muchos de sus seguidores abandonaron al ejército.
Poco después los insurgentes fueron atacados por Félix María Calleja en Aculco (hoy Estado de México), y sufrieron una terrible derrota. Quedaron casi aniquilados y perdieron muchas armas y provisiones. Hidalgo se retiró a Guadalajara, donde suprimió la esclavitud y los tributos (impuestos) que pagaban los indios. Mientras tanto, en otras partes del país habían estallado revueltas que seguían su ejemplo.
Finalmente, el 16 de enero de 1811, los insurgentes fueron vencidos de nuevo, de manera definitiva, por Calleja, en puente de Calderón, cerca de Guadalajara.

Con unos cuantos soldados , Hidalgo y Allende marcharon al norte para comprar armas en la frontera. En Coahuila, en un lugar llamado Norias del Baján (o Acatita del Baján), fueron traicionados y apresados, junto con Aldama y José Mariano Jiménez. En la ciudad de Chihuahua se les sometió a juicio y se les condenó a muerte. Hidalgo fue ejecutado el 30 de Julio de 1811. Su cabeza, y las de Allende, Aldama y Jiménez, fueron puestas en jaulas de hierro, en las esquinas de la Alhóndiga, en Guanajuato, como advertencia a la población.



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