En Atotonilco, Miguel Hidalgo tomó un estandarte con la
virgen de Guadalupe. Los insurgentes entraron sin resistencia en San Miguel el
Grande (hoy San Miguel Allende), Celaya y Salamanca. Después llegaron a
Guanajuato, una ciudad minera muy rica, y exigieron a Juan Antonio Riaño, quien
gobernaba en la Intendencia de Guanajuato, que se rindiera. Pero el intendente
se dispuso a defender la ciudad. Se encerró con los españoles ricos en la
alhóndiga de Granaditas, un gran almacén de granos.
La tropa tomó el edificio, mató a sus ocupantes y saqueó la
ciudad, hecho por Hidalgo y Allende no pudieron evitar. Días después, siguieron
a Valladolid, que se rindió sin luchar pues sus habitantes estaban atemorizados
por lo que había sucedido en Guanajuato.
Cerca de Valladolid, José María y Morelos fue hablar con
Hidalgo, que había sido su maestro. Éste le encargó que levantara en armas el
sur de la Nueva España y se apoderara de Acapulco, el puerto más activo en el
Pacífico. Dominar un puerto era importante para comunicarse con el exterior.
Poco después los insurgentes fueron atacados por Félix María
Calleja en Aculco (hoy Estado de México), y sufrieron una terrible derrota.
Quedaron casi aniquilados y perdieron muchas armas y provisiones. Hidalgo se
retiró a Guadalajara, donde suprimió la esclavitud y los tributos (impuestos)
que pagaban los indios. Mientras tanto, en otras partes del país habían
estallado revueltas que seguían su ejemplo.
Finalmente, el 16 de enero de 1811, los insurgentes fueron
vencidos de nuevo, de manera definitiva, por Calleja, en puente de Calderón,
cerca de Guadalajara.
Con unos cuantos soldados , Hidalgo y Allende marcharon al
norte para comprar armas en la frontera. En Coahuila, en un lugar llamado
Norias del Baján (o Acatita del Baján), fueron traicionados y apresados, junto
con Aldama y José Mariano Jiménez. En la ciudad de Chihuahua se les sometió a
juicio y se les condenó a muerte. Hidalgo fue ejecutado el 30 de Julio de 1811.
Su cabeza, y las de Allende, Aldama y Jiménez, fueron puestas en jaulas de
hierro, en las esquinas de la Alhóndiga, en Guanajuato, como advertencia a la
población.
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